No me arrepiento de esas orgías de libros [...] En Viena, cuando no tenía dinero, gastaba todo lo que tenía en libros. En Londres, en los peores momentos, conseguía, contra viento y marea, comprar de vez en cuando libros. Nunca he aprendido nada sistemáticamente, como otra gente, sino por excitaciones súbitas. Siempre empezaban con que mi mirada caía sobre algo que tenía que poseer fuera como fuera. El gesto de coger, la alegría de tirar el dinero por la ventana, el transportarlo a casa o al local más próximo, el contemplar, acariciar, hojear, el guardarlo durante años, el momento de un nuevo descubrimiento cuando las cosas se ponían serias -todo eso es parte de un proceso creativo cuyos detalles secretos desconozco. Pero en mi caso nada sucede de otro modo, y por lo tanto tendré que comprar libros hasta el último instante de mi vida, sobre todo cuando sé con seguridad que nunca los leeré.
Creo que es también parte de la rebeldía contra la muerte. Nunca quiero saber qué libros entre ésos se quedarán sin leer.
Creo que es también parte de la rebeldía contra la muerte. Nunca quiero saber qué libros entre ésos se quedarán sin leer.
(1973)
De Apuntes, 1973-1984 (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2000; traducción de Genoveva Dieterich), de Elias Canetti (Ruse, Bulgaria, 1905 - Suiza, 1994).
6 comentarios:
Me ha retratado...
Canetti me pone
A mi también me pone, habrá que desnudar esos apuntes...
con lo difícil que es hablar de libros y no parecer un anuncio del ministerio de cultura... qué cosa bonita y cierta.
juanandrés
El otro día compré Moby Dick por tercera vez (3 ediciones diferentes claro) y aún no me quito la sensación de malgasto económico de la cabeza.
Además, en mi caso, el vicio de los libros se une al de los discos.
Es normal que Alonso Quijano siguiera loco cuando sus libros se quemaron, los hubiera o no leído todos y cada uno de ellos.
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