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viernes, 23 de marzo de 2012

Esclavos con la túnica arremangada


CRISIS, SIRVIENTE DE CIRCE, A POLIENO

"Consciente de tu atractivo, te sientes orgulloso y vendes tus caricias: no haces favores. Pues, ¿a qué viene ese pelo ondulado por el peine? ¿A qué esa cara desgastada a fuerza de tratamientos, y esos ojos lánguidos de provocativa mirada? ¿Qué proclaman tus andares sabiamente estudiados y el movimiento impecablemente acompasado de tus pies, sino que expones tu hermosura en busca de comprador? [...] Si nos quieres, pues, vender lo que me interesa, está a punto el comprador; y, lo que es más galante, si lo das desinteresadamente, haz que te quede agradecida. Pues con decirme que eres un esclavo y un pobre hombre, no haces más que avivar la pasión de quien por ti muere. Hay mujeres que vibran por la crápula y no se apasionan sino al ver esclavos u ordenanzas con la túnica arremangada. Algunas se enamoran de un gladiador o de un mulero todo polvoriento, o de un histrión que se exhibe en el escenario. Mi señora pertenece a esa categoría: de la orquesta, salta por encima de las catorce graderías siguientes y va a las últimas filas de la plebe en busca de su amor".
Rebosando de satisfacción ante tan halagadoras palabras, pregunto: "Por favor, dime: ¿no serás tú esa mujer enamorada de mí?"
La sirvienta se rió con ganas ante tan cruda salida y me dijo: "Haz el favor de no ser tan fatuo. Hasta la fecha no me he entregado a ningún esclavo y no permitan los dioses que caiga en mis brazos un candidato a la crucifixión. Si las señoras quieren besar las huellas de los latigazos, allá ellas; yo, por muy sirvienta que sea, nunca trato más que con caballeros".


Fragmento de El Satiricón, de Petronio (Madrid, Gredos, 2010; introducción, traducción y notas de Lisardo Rubio Fernández).