POLICIAL CUBISTA
Entré de perfil en mi sala cuesta arriba. Apagué media lámpara y después la otra media. Me pareció escuchar un ruido posterior. Pero aún no había entrado en la sala. O sí, depende. Grité por si acaso. Mi voz ascendió, tocó techo, rebotó amarilla como una pelota de tenis y volvió a mi boca. Lógicamente, nadie pudo salvarme. Mi cadáver yacía en un extremo del cuarto. Por el otro se escapaba el pie izquierdo del asesino. ¿Qué hacía la lámpara todavía encendida? He ahí la cuestión.
Cuento de Andrés Neuman, perteneciente al volumen Hacerse el muerto (Madrid, Páginas de espuma, 2011).
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