Presencia y voz rompieron la bandada
recién llegada de
el mundo sin invierno.
Un rezagado ave
indeciso gritó: reconocí ("¡Esperadme!")
mi propia voz.
No otra primavera
comiendo grano solo sin dirección alguna.
Poema de Aníbal Núñez, del libro Primavera soluble (Valencia, Pre-textos, 2012; palabras preliminares de José Ángel Valente)
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