sábado, 21 de enero de 2012

Una nada material


Cuando Malévich pinta el cuadro blanco rompe con el último tabú de la pintura: pintar el silencio, el vacío, el grado cero de la plástica: es el triunfo de la antipintura; al mismo tiempo, sin embargo, Malévich ingresa para siempre en la tradición, domestica a la bestia, convierte al iconoclasta en ortodoxo. Después de Malévich, la ingenuidad ha muerto, pero la ingenuidad, obviamente, es lo menos tradicional que existe. La vanguardia, al hacerse seminal, se hace rectora. Todo innovador, pues, comienza por matar al padre para acabar siendo padre él mismo.
Sospecho que Rothko buscaba pintar otra clase de nada, matar al padre de otra manera, llegar a atrapar en el lienzo una nada material, intensísima, no la nada de la pintura como capacidad cognoscitiva del hombre: no la nada como espectáculo, pirotecnia, juego, sino la nada como sustancia, órgano, responsabilidad ontológica. No la nada como posibilidad, sino la nada como conciencia. Malévich era burlón, pero Rothko venía de Esquilo. La distancia que media entre Malévich y Rothko es la distancia que media entre la risa y la ironía: aquélla nace de la juventud, ésta testimonia la madurez.


Fragmento de la novela La luz es más antigua que el amor (Barcelona, Seix Barral, 2010), de Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy muy bonito, un abrazo amigomío
juanandrés

Juan Antonio Bernier dijo...

Abrazo, amigomío